Mónica Delgado - Presidenta de la Acción Católica
Un obispo tucumano para Tucumán, para esta pequeña porción de la Iglesia es motivo de gran alegría. Una alegría que se expresa, no solo en los laicos que estamos trabajando en movimientos e instituciones, sino en todos los tucumanos, aun en personas alejadas de los templos, o de las prácticas religiosas. Por donde transites o camines las diferentes realidades de esta provincia, la novedad del padre Carlitos como obispo convoca hasta a los más alejados. Es un acontecimiento único, diría incluso extraño: Tucumán unido en un motivo de alegría esperanzadora por este nuevo Pastor ¡Todo un desafío, todo un compromiso!
El pastor
El padre Carlitos es ese pastor que conoce su rebaño y su rebaño reconoce su voz. Cuidadoso de su comunidad ante cualquier dolor, sufrimiento, carencia, mutilación de una de sus ovejas (cualquiera sea esa oveja), se conmueve, se acerca, escucha, atiende, sana, acompaña, consuela y asiste en forma efectiva y real. No abandona. Y esto nos cuestiona a los laicos: ¿estaremos a la altura de este compromiso, de este Pastor? ¿Seremos laicos que se conmueven y se involucran? Este pastor es un desafío para el laicado de Tucumán.
Un hacer comunitario
La Iglesia de Tucumán, para hacer presente la alegría de Jesús Resucitado, es un hacer comunitario, de un equipo de personas: laicos, sacerdotes y religiosos. Nadie debería estar excluido y cada uno en su misión.
Ni laicos en un clericalismo mal entendido, ni los sacerdotes en tareas propias de los laicos. Este es un camino que se abre como una oportunidad con el padre Carlitos como obispo: la construcción de la “comunidad Iglesia” en Tucumán